Hay mal tiempo en Bombinhas,
este invierno ha sido el primero que ha durado más allá de sus límites fijados. Estamos en la mitad de la primavera y lo nublado y lluvioso se ha extendido por varios meses. Estaba acostumbrado a 15 días de invierno en Sumaré y a lo sumo a un mes en Bombinhas, aun cuando la temperatura es aceptable (18 a 23 grados en promedio), esta vez, ha sido distinto, Efectos del díscolo Niño dicen. Lo cierto es que los días grises y con mucha niebla hacen añorar el azul del cielo, que no veo hace tanto tiempo que cuando aparece un minúsculo pedazo de cielo azul me devuelve la certeza de que aún está allí arriba, y algo más lejos, el sol. Pero siguen así, y parece que para largos días más. Calles inundadas, lodazales y hoyos se multiplican por doquier, pese al esfuerzo del municipio en taparlos, ello porque Mariscal carece de sistema de evacuación de aguas lluvias (y también de alcantarillado) por lo que las fosas sépticas rebasan por la incapacidad del suelo de absorber tanta agua. Pero curiosamente hoy, apareció el cielo azul aunque con nubes difusas. Pero yo busco una nube especial...
Cielos nublados en Bombinhas |
Lo dicho me trae a la memoria esa hermosa canción de Alberto Plaza, “Cuando vendrás” en los versos cantados de una espera interminable:
“... este invierno que no pasa,
todo se me vuelve escarcha,
lágrimas que gota a gota,
de mis ojos no se agarran,
se convierten en las notas,
que le puse a mi guitarra...”
En esta época, en Chile emergen millares de flores por doquier,
los notros y copihues, tiñen de rojo el paisaje; los chilcos pintan de fuxia las quebradas; arrayanes, huellas, ulmos y margaritas agregan el blanco; aromos y pilos el amarillo oro que compite con el tibio sol de noviembre. Pero el Creador no se queda allí sino que despliega toda la amplia paleta que domina en los delicados pétalos de las flores de su jardín de las delicias. Y yo estuve allí... años ha, pintando mis retinas de colores, deshojando margaritas. Me quiere, mucho, poquito, nada. Extraño modo para saber la verdad de ese amor que nos robaba el sueño. Adolescencia, bella edad de sueños y quimeras. Hoy tan lejos, con los años recorridos quizás debiéramos decir: tal vez me quiso, o quizás, soñé que me quería. Mientras iba robándole segundos a mi existencia.
Arriba:Notro-Pilo-Ulmo-y abajo margaritas |
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