sábado, 18 de junio de 2016

Carta para un amigo

Bombinhas, 18 de junio de 2016.-

Estimado:


No se cual será tu caso, pero en lo que a mi respecta, entiendo que es doloroso saber de repente que lo que se tiene por cierto durante toda una vida, no lo es, y más aún, cuando comprobamos que nos han mentido en nuestra cara y con la mejor de las sonrisas. Cuando se ha gastado tanto tiempo de lecturas de sesudos pensadores, que parecían efectivamente penetrar aquellos rincones del conocimiento que las grandes mayorías ignoran, o que simplemente poco les interesa saber; para constatar, ya casi al fin de nuestra agonía, que como un castillo de naipes algo se desmorona ante un tenue soplo, que muchas veces ni siquiera estamos dispuestos a reconocer. Con rabia pensamos ¡Cuánto desperdicio!.

Ha quienes, teniendo al alcance el saber necesario, terminan despreciándolo y relegándolo al olvido, bajo el pretexto de que los sabios de este mundo tienen más enjundia para saborear y digerir que aquel empolvado libro cuyo Autor se cierne, allá arriba, unas veces amoroso y otras amenazante, pero aunque nos parezca contradictorio, extraordinariamente misericordioso y justo a la vez. Otros han limitado dicho saber para recoger solo aquellas migajas que nos reparte un catecismo tendencioso, las lecturas obligadas y hábilmente direccionadas para centrarnos en el aquí y el ahora, y las homilías prosaicas, pero altamente contingenciales, que nos hacen creer que todo depende de como enrielemos nuestras obras para alcanzar la meta y no dejar al albur un destino indeseado.

Que tragedia, que gran chasco descubrir que estamos como al inicio, lo que creíamos haber atrapado se nos fue por entre los dedos y que, cansados de hojear la filosofía de este mundo, estamos con el vacío interior aún intacto. Pero hay esperanza: “Muero porque no muero” nos recuerda la monja de Ávila con su dios prisionero. Nada nuevo bajo el sol, ya el apóstol de los gentiles lo había dicho con otras palabras y aún más profundo: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Es así como comienza una novedad de vida que trasciende los límites de la muerte, pero curiosamente, algunos que se han colocado el cartel de sabios y entendidos nos dicen que todo acaba allí. ¿Por qué será que en todas las sociedades, aún en las más primitivas existe la creencia de que hay algo más allá del fin de la existencia terrenal? La explicación fue dicha hace mucho tiempo por El Predicador: 3:11 “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.”

Pero la vida continúa y el agónico caminar nos va desgastando la carne, pero el espíritu se mantiene incólume. Vemos cómo el conocimiento se incrementa pero comprobamos día a día qué lejos de evolucionar en Conciencia, el hombre continúa igual a pretéritas eras, es más, crecen sus mezquindades, sus odios, sus intenciones fratricidas. Si, pareciera que quiere sacudirse de todas sus ataduras para alcanzar su libertad. Más tristemente comprobamos que sólo quiere liberarse para luego caer esclavo en el hedonismo alienante de una vida pletórica de placeres banales, donde el prójimo deja de verse como un igual y suele convertirse en un mero objeto que puede usar a su antojo para seguir en sus bacanales exentas de límites. Y allí viene aparejada la paradoja; cuanto más “libre” se siente, tanto más agrede la libertad de los “otros” sus iguales, sus vecinos. Ello hace que las mayorías pisoteadas clamen por soluciones que generen paz, orden, seguridad. Llegado a ese punto, están dispuestos a sacrificar aquello que tanto aprecian y que costó tantas luchas, su libertad, a cambio de tales bienes inmateriales tan esquivos.

No hay, por tanto, evolución como entendía Teilhard de Chardin, como un ascenso en la conciencia hasta algún día alcanzar esa Conciencia superior, ese supuesto punto omega, donde los egos individuales se evaden para permitir la unidad… el Alma de las Almas.

Estimado, te recuerdo lo que con certeza ya sabes, hay alguien que dijo: “Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin”. Ese Alguien es digno de plena confianza, tanto que, pagó el precio de nuestra paz, esa paz verdadera que el hombre sólo puede hallar cuando se reencuentra con su Creador, se reconcilia con Él y es justificado ante Él, no por nuestras buenas obras, que ante Dios son como trapos de inmundicia, sino porque Él se dio así mismo para librarnos del decreto que nos condenaba a muerte, sufriendo Él las heridas y el castigo que merecíamos para darnos acceso a la vida abundante.

Es necesario pues volver a la humilde simplicidad como aquella que exhiben los niños. Recuerdo lecciones de vida recibidas de mi hija menor cuando comenzaba en sus primeros años (tres o cuatro) a hacer uso de su capacidad de razonar: ella me corregía cuando yo informaba en casa de que afuera “estaba nevando”. Me dijo: “papá, no se dice nevando, se dice ‘nievando', ¿no ves que la palabra es nieve?. Es esa lógica simple, inocente, profundamente sincera, la que deberíamos cultivar para penetrar los misterios de nuestra existencia en este universo que, si levantamos nuestra mirada, nos sorprende y maravilla hasta quedar alelados, estupefactos. Simpleza y humildad como los trapenses de Dueñas cuya hospitalidad exenta de todo lujo, pareciera rústica, pero que es en realidad profundamente dedicada o mejor divinamente inspirada al ver en el prójimo sediento de paz espiritual, a aquél Rey que dijo: “Mateo 25:40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

Se que tienes siempre en mente que el Supremo Creador resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Y qué mejor gracia que ser elevados a la condición de hijos del Altísimo. Queda pues así restablecida la comunión perdida por prestar oídos a la Serpiente Antigua, comenzando allá, en el jardín de las delicias. Ello por medio de la fe en Aquél que dio su vida por el rescate de quienes, por causa de nuestras transgresiones, estábamos condenados a la muerte eterna. Común-unión que comienza aquí con un simple pero profundo y sincero acto de fe y nuestros pecados pasados, presentes y futuros son borrados, de tal modo que nos dice en Hebreos 8:12 Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades

No precisamos esperar por una supuesta evolución hasta ascender a esa Conciencia Suprema. La perfecta comunión con quien es El Alfa y la Omega está garantida para aquellos que han aceptado esa gracia.

Que mi Dios y Salvador pueda bendecirte para que estés entre los pocos a quienes ha escogido.

Recibe un grande y fuerte abrazo de,



Tu hermano en Cristo.




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